Cuando pareces estar despierto durante el día y tienes los ojos abiertos, en realidad no estás viendo con los ojos del cuerpo, del mismo modo que no ves con ellos cuando estás dormido por la noche. Siempre es tu mente la que ve. Siempre es tu mente la que oye y siente y hace las demás cosas que atribuyes a tus sentidos corporales. El cuerpo mismo solo es parte de tu proyección. Te vas dando cuenta de que la película que estás viendo es, toda ella, tu proyección; no viene de la mente de nadie más, porque sólo hay una mente. La proyección conocida como el universo viene de otro nivel diferente y separado del experimentado habitualmente.
El cuerpo
parece tener una experiencia externa al cuerpo mismo; pero lo que parece estar
fuera de ti sólo es una macrovisión
proyectada por tu propia mente, y tu experiencia de ella aquí sólo es
una microvisión que también está siendo proyectada por tu propia mente. Solo tu interpretación de ello hace que sea real o
irreal. Recuerda que los ojos del cuerpo no ven nada, y que en realidad estás
viendo tu propia película. Las imágenes corporales son meras proyecciones; la culpa y
el miedo hacen que parezcan sólidas: el guión está preparado para que
parezca que los cuerpos son función de un proceso natural. Proyectas tu imagen
corporal del mismo modo que proyectas imágenes cuando estás soñando por la
noche.
Tu mente está proyectando una película. En tu
experiencia, parece que los ojos de tu
cuerpo están viendo tu propio cuerpo y todos los demás cuerpos; pero, en
realidad, es tu mente (aparentemente separada) la que está viendo sus propios
pensamientos, proyectados desde otro nivel oculto. Como todo lo demás, el
cuerpo es una experiencia mental y no física. En realidad no hay nadie
más ahí fuera. Sólo hay un ego que aparece como muchos. El cuerpo, el universo y
todo lo que contiene solo son imágenes
en tu mente, partes de un juego de realidad virtual.
(Gary R. Renard, La desaparición del universo)
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